Una sesión de escucha diaria de 60 minutos o más puede parecer extensa para los niños y, potencialmente, para otras personas.
En consecuencia, los profesionales pueden adaptar el protocolo al perfil del individuo.
Sin embargo, es habitual que los padres anticipen una respuesta más negativa de su hijo de lo que realmente ocurre.
En realidad, los niños suelen encontrar estas sesiones agradables, sumergiéndose en un mundo auditivo tranquilizador que a muchos les resulta placentero.